viernes, 29 de junio de 2012

EL CIPRÉS

Hoy vamos a hablar del ciprés, un árbol que todos conocemos pero del que, en realidad, sabemos muy poco.
El ciprés es un árbol alto, enhiesto, perennemente verde y de gran longevidad. Su madera, dura, incorruptible, desprende un suavísimo y agradable olor.
Simbólico árbol de la Muerte es también el balsámico árbol de la Vida, porque es capaz de devolver la salud a cuantos acuden a él, enfermos del pecho, a respirar sus esencias. Su porte delgado y estrecho, altísimo, parece un dedo señalando al Cielo. Es ese porte que nos indica que es un árbol que conecta el Cielo y la Tierra.
Aunque normalmente lo vemos en grupos, por plantación, es un árbol individualista, en que cada ejemplar nos transmite su personalidad específica. Es difícil llegar con nuestras manos a su tronco, pero si nos fijamos, al atardecer cientos de pajarillos vienen a dormir entre sus acogedoras y protectoras ramas.
En el mundo occidental estaba antiguamente consagrado a Plutón, cuya frente se coronaba con su ramaje, y por eso también se solían esparcir sus ramas a las puertas de las casas de los difuntos. Desde entonces, hace más de veinte siglos, adorna los cementerios de los pueblos de la cultura cristiana en toda la cuenca mediterránea. E incluso ha dado nombre a una isla, Chipre, cuyos habitantes le rindieron culto en épocas remotas.
También sirve como símbolo de recibimiento en algunas culturas agrícolas. En las masías catalanas, un ciprés a su entrada significaba que el caminante era bienvenido, y podía abastecerse de agua, si eran dos los cipreses, que se te daba comida, y si había tres que podías alojarte y pasar la noche.
Una de las más antiguas representaciones del árbol de la vida -el ciprés- la encontramos en el Egipto faraónico, concretamente en la tumba de Inkerkhaoni ( XX Dinastía ). En la pintura al fresco se impone el optimismo, la vida, la esperanza; muy lejos, por lo tanto, de las concepciones latinas del ciprés.
También la civilización islámica sintió admiración por el ciprés, como lo hiciera con la palmera. Durante los dos siglos y medio de establecimiento del Islam en Sicilia, los musulmanes introdujeron en la isla el cultivo del ciprés. En la capital, el Jardín Botánico de Palermo conserva los mayores cipreses de Europa, con más de 1.200 años de historia.
En la localidad granadina de Vélez Benaudalla se está rehabilitando un hermoso jardín islámico correspondiente al reino nazarí (siglos XIII y XIV), en donde se encuentran los más altos cipreses de España, con más de cuarenta metros de altura. Y también el paseo de cipreses más legendario de la España islámica, el del Generalife de la Alhambra de Granada, donde los altivos árboles, con más de seis siglos de historia y 30 metros de altura, constituyen una doble pared natural, siempre verde, en cuyo interior los rayos solares no pueden entrar.
En la China antigua se suponía que el consumo de las semillas del ciprés procuraba la longevidad, pues eran ricas en substancia yang. La llama obtenida por la combustión de las semillas permitía la detección del jade y del oro, igualmente substancias yang y símbolos de la inmortalidad.
En el Japón, una de las maderas más usadas en los ritos del shinto es una variedad del ciprés, el hinoki. Se utiliza en la fabricación de diversos instrumentos, como el shaku (cetro) de los sacerdotes y, sobre todo, es de destacar que el fuego ritual se enciende por frotamiento de dos trozos de hinoki. Esta madera es igualmente la que sirve para la construcción de los templos, como el de Isé. Se vuelven a encontrar aquí manifiestamente las nociones de incorruptibilidad y pureza.
También la esencia de ciprés, similar a la del cedro, tiene propiedades medicinales. Es sobre todo un excelente antiespasmódico. Echada, por ejemplo, en agua hirviendo da vahos adecuados contra los accesos de tos convulsiva y para el asma. Su color es claro, y su perfume posee una cualidad leñosa que evoca un poco el olor de las especias.

En Wikipedia encontrarás más información sobre el ciprés.